Un mitin abarrotado, una calle transitada, un ejecutivo flanqueado por escoltas armados. La escena parece sacada de una película, donde pistolas, reflejos rápidos y vehículos blindados prometen seguridad absoluta. Pero, ¿qué tan efectivas son estas medidas cuando un atacante acecha en las sombras? Un análisis de 139 atentados contra figuras públicas en los últimos 125 años en 60 países nos lleva a un camino de datos que desafía las suposiciones y creencias sobre nuestra profesión. A medida que desentrañamos los números, un panorama inesperado emerge, revelando fortalezas, fallas y lo que realmente puede proteger a un líder en un mundo de amenazas.
Los Datos: Descifrando el IEC
Para establecer un estudio adecuado, primero definimos el IEC (Índice de Eficacia Circunstancial) que es la proporción de casos exitosos sobre los casos donde la medida es aplicable, que mide qué tan efectiva es una medida en las circunstancias donde debería destacar. Los 139 atentados ofrecen una radiografía clara:
Vehículos blindados y manejo defensivo:
En los cinco casos donde se usaron, el blindaje y las maniobras de manejo protegieron a los líderes sin titubear, logrando un IEC del 100%.
Manos vacías:
En 15 de 45 casos de atacantes a corta distancia, los tackles neutralizaron la amenaza, con un IEC del 33.33%.
Armas de fuego:
En el presente estudio, en todos los 139 casos, los protectores eran armados y altamente entrenados. Solo en cinco casos, las armas fueron decisivas, con un IEC de tan solo 3.60%. ¿Por qué una herramienta tan emblemática tiene un impacto tan bajo?
Los Factores que Definen la Protección:
1. El Desafío de la Corta Distancia
El 66.19% de los atentados (92/139) ocurrió a menos de 7 metros, el terreno de los mítines públicos y las emboscadas urbanas. En estas circunstancias, las armas de fuego son un fiasco total, con un IEC de 0% (0/91). El Tueller Drill lo explica: un atacante, incluso con arma blanca, cubre 6.4 metros en 1.5 segundos, superando el tiempo para desenfundar. Esto demuestra, de manera científica, que las armas de fuego son prácticamente inútiles a distancias menores de 7 metros, que es donde ocurren la mayoría de los ataques a ejecutivos (65.94% de los casos estudiados).
2. Mayor Distancia: Un Mayor Éxito Condicional
A mayor distancia (más de 7 metros, 34.06%, 47 casos), las armas de fuego logran un IEC de 10.64% (5/47). En el atentado contra Truman (1950), el Servicio Secreto disparó a 10-20 metros para detener a los atacantes, pero todos estos casos requieren más de cinco protectores, como en el caso del atentado contra Mubarak (1995).
Sin embargo, es importante destacar que un operativo numeroso no necesariamente es efectivo, ya que en nueve casos con más de 10 escoltas —como Luis Carlos Galán (1989) con 18, Anwar Sadat (1981) con decenas, o Benazir Bhutto (2007) con más de 15 elementos- los resultados fueron fatales.
A medida que sumamos las piezas, el panorama se vuelve claro: las técnicas clásicas de protección a corta distancia —armas de fuego, manos vacías, círculos de seguridad— son alarmantemente insuficientes. Con una eficacia combinada del 18.84%, son un escudo frágil, fallando en más de 8 de cada 10 atentados.
La Omisión Crítica: La Protección Anticipada
Todo este estudio demuestra que la protección ejecutiva en los últimos 125 años ha estado casi totalmente enfocada en la protección a corta distancia, armas y reacción. Una gran prueba es el atentado contra Donald Trump en Butler (2024), donde el atacante vigiló la zona en los días previos al evento, incluso voló un dron en repetidas ocasiones sin haber sido detectado. Se desplegó en un techo minutos antes del ataque sin haber sido intervenido. El Servicio Secreto no aplicó ninguna medida anticipada para detener el ataque antes de que ocurriera y se centró en la disuasión, operativo numeroso y reacción.
Podríamos asumir que prácticamente todos los atentados analizados comparten un rasgo común: algún tipo de vigilancia previa por parte de los atacantes, que era indispensable en al menos 110 de 139 casos, ya sea que vigilaban a la víctima meses antes del ataque o el lugar específico de la exposición de la víctima en el caso de las visitas o mítines políticos días antes del ataque. Sin embargo, ninguna fuente histórica menciona la aplicación de contravigilancia en ninguno de los 139 casos estudiados. A pesar de ser una medida conocida en el mundo de la Seguridad, no hay evidencias de que haya sido sistemáticamente usada en los casos mencionados. Particularmente brilló por su ausencia, de manera muy evidente, en los dos atentados contra Donald Trump en el año 2024.
El Cambio que Viene: Un Futuro Anticipado
Los datos no solo exponen fallas; también señalan el camino. La contravigilancia, ausente en los 139 casos históricos, es la pieza faltante que podría haber frustrado ataques al detectar amenazas meses antes.
Tenemos el mismo caso con la Alerta Temprana que tampoco fue usada de manera estructurada -como lo vimos el el primer atentado contra Donald Trump. Afortunadamente en el segundo atentado(septiembre 2024), la alerta temprana —intervención anticipada de los lugares específicos donde los atacantes esperan minutos (u horas) antes del ataque— logró prevenir el segundo atentado tras el fallo de julio 2024, donde la falta de prevención permitió que el protegido fuera herido en la cabeza.
Este éxito ilustra el potencial de las medidas anticipadas, cuando se aplican de manera estructurada, marcando un cambio hacia un futuro donde la protección ejecutiva será más enfocada en la logística protectora, contravigilancia y alerta temprana, en lugar de agentes reactivos, armas y protección a corta distancia, que históricamente y estadísticamente no han dado resultados.