El pasado 8 de junio del 2021, durante una visita a la localidad de Tain-l’Hermitage, ubicada al sureste de Francia, un hombre propinó una bofetada al presidente galo Emmanuel Macron.
No sabemos qué tanto le dolió el golpe al presidente francés, pero, sin duda, les ardió mucho a las agencias de seguridad francesas, particularmente a la Groupe de sécurité de la présidence de la République (GSPR), encargada de la protección presidencial. Más allá del hecho de que este golpe pudo derivar en algo mucho más peligroso (inclusive hasta mortal, utilizando un cuchillo suizo), resulta bastante vergonzoso que el presidente de una de las naciones líderes de Europa y el mundo occidental reciba una agresión de tal manera. Este acontecimiento pone a todas las instituciones de seguridad galas en entredicho, ya que la incapacidad de proteger eficazmente al presidente de su nación puede ser una muy mala señal frente a diversos grupos y organizaciones hostiles.
Este hecho demuestra una vez más qué tan vulnerable puede resultar la seguridad de los altos dignatarios y las celebridades ante la amenaza que representan las multitudes. Lamentablemente, tenemos muchos ejemplos de ataques y atentados ocurridos desde la multitud, como los cometidos en contra del papa Juan Pablo II o el asesinato del excandidato a la presidencia de la república Luis Donaldo Colosio, solo por mencionar algunos.
Para mitigar esta y otras amenazas es fundamental entender que la protección de ejecutivos, dignatarios y celebridades no la conforma una persona ni un grupo de personas armadas, sino un sistema que incluye varios factores y medidas. Los que hemos trabajado en esta profesión, del otro lado de la cortina de hierro, sabemos que, durante las visitas oficiales de los presidentes y los altos funcionarios del Partido Comunista a las ciudades, un amplio trabajo de inteligencia y contrainteligencia se llevaba a cabo desde mucho antes. Los servicios de inteligencia tenían bien ubicados a disidentes y opositores del régimen, los cuales se asilaban o monitoreaban durante la visita para evitar situaciones que podrían haber atentado contra la vida o la imagen del protegido.
También los servicios de seguridad tenían mucho cuidado para que los agentes sombra, los no convencionales, de los que se habla en este video, fueran ubicados en las primeras filas donde el presidente tendría contacto con la multitud, así que, frecuentemente, donde se veía al funcionario interactuando con el público, en realidad, solamente tenía contacto con sus agentes de protección. Cuando esto no era posible en todo momento, por las razones operativas y logísticas, los servicios de seguridad se encargaban de que las primeras líneas de interacción fueran mayormente cubiertas por personas y familiares que eran probadamente afines al Partido Comunista o a su ideología. Esto explica por qué los líderes de los países de Europa del Este, durante la Guerra Fría, prácticamente no tuvieron incidentes a pesar del contacto frecuente con las multitudes.
Desde luego que esto es algo que no puede ser empleado tal cual en los países democráticos de hoy día; sin embargo, existen muchos principios de este sistema que pueden aplicarse y que se implementan tanto en el ámbito público como en el privado.
A pesar de que muchos llegan a escandalizarse cuando se habla del espionaje de los ciudadanos en los regímenes totalitarios, gracias a las revelaciones de Edward Snowden, ahora sabemos que las agencias gubernamentales de varios países occidentales, a través de nuestros celulares y otros medios electrónicos, logran obtener la información que necesiten de los ciudadanos, algo que ni el Comité para la Seguridad del Estado (la KGB, por sus siglas en ruso) pudo soñar siquiera. Dentro de la información que se obtiene de las personas, se incluye el perfil psicológico, opiniones políticas, geolocalización, red de vínculos, conversaciones privadas, entre otros datos.
Así que, se acepte o no, las agencias de seguridad francesas, para tomar las medidas preventivas correspondientes, tenían muchos recursos para determinar quiénes eran las personas que podían poner en cualquier tipo de peligro al mandatario en la zona de operación. Es claro que, si esto falla, la implementación de los agentes sombra infiltrados en las primeras filas es esencial, no solo para frustrar un ataque o reducir la accesibilidad del posible agresor al protegido, sino para recolectar información de inteligencia, conocer la tendencia general de la multitud y perfilar y detectar a los individuos que pudieran representar una amenaza mucho antes de que el protegido llegue al lugar. Los ejemplos de esto en operativos reales se han descrito en el libro Protección Ejecutiva en el Siglo XXI: La Nueva Doctrina.
Tal estrategia, en coordinación y comunicación con los agentes de protección de cerca, es una manera muy efectiva de evitar el ataque antes de que suceda. Claro que para esto se requiere un equipo de protectores especialmente entrenado, del cual careció el presidente francés, evidentemente. Lo único que le quedó fueron los agentes de protección de cerca, los cuales, estadísticamente, fallan la mayoría de las veces que tienen que reaccionar ante un ataque sorpresivo. Al trabajar en la multitud, generalmente el agente debe estar todavía más cerca del protegido; sin embargo, en este caso no había quién protegiera el flanco izquierdo del mandatario, ya que el agente llega demasiado tarde para evitar la agresión que hubiera sido fácil de detectar y frustrar, si el agente hubiera estado en su lugar, cubriendo el flanco debidamente.
Finalmente, el propio presidente comete el error de acercarse demasiado al público, comprometiendo su espacio personal y, por consecuencia, derivando en resultados humillantes. Aun siendo presidente, el protegido mismo debe seguir las reglas de seguridad previamente señaladas por su equipo de protección. Por ignorar estas reglas, aunado a una planeación y a una estrategia deficientes, el resultado fue la vergüenza mundial.
