La actual guerra en Ucrania está demostrando, una vez más, que todo el poder militar de tanques, vehículos de combate y lanza misiles, es solamente un carísimo montón de chatarra si no se cuenta con una logística adecuada. Claro, esto implica también la pérdida de vidas para el bando que lo padece.
Lo mismo ocurre en la protección ejecutiva, a una menor escala, pues también implica la pérdida de vidas tanto de los escoltas como de los protegidos que fallaron en generar una logística protectora en sus operaciones críticas.
La logística, esta reina sin gloria, representa la mayor parte de nuestras actividades operativas diarias; sin embargo, casi nunca se menciona y ni mucho menos se práctica en la mayoría de los cursos de protección ejecutiva, demasiado enfocados en los infantiles ejercicios tácticos y poco aplicados en el trabajo del día a día.
Uno de los principales objetivos de la logística protectora es reducir la exposición del ejecutivo al riesgo. Fallar en esta tarea puede costar vidas. Daré dos lamentables ejemplos ocurridos en el área metropolitana de la Ciudad de México solamente en el año pasado: el atentado en contra de empresario mexicano Martín Rodríguez en la colonia Nápoles y el asesinato de un escolta ocurrido en Metepec.
El empresario fue ultimado al salir de un gimnasio antes de abordar su vehículo y el escolta, cuando por la calle acompañaba a su protegida a retirar una fuerte suma de dinero al banco.
Un análisis más amplio de ambos casos se puede encontrar en otros artículos de este mismo blog, pero, para el propósito de presente texto, es importante destacar que en ambos trágicos casos el enfoque era táctico, mas no logístico. En ambos casos, se confió solamente en una respuesta táctica, o sea, que existe un acompañante armado que responderá ante cualquier agresión, por lo que no se requiere de una planeación ni de logística alguna. Este error resultó fatal.
En ambos casos, se trataba de una fase crítica de la operación: exposición de rutina, en el primer caso, y el riesgo que implica el retiro de efectivo, en el segundo. El enfoque logístico se hubiera aplicado, para ambos casos, en buscar las instalaciones adecuadas para las actividades planeadas que no van a implicar la exposición a las condiciones de mayor riesgo, como es la calle (en los dos incidentes), adaptando las actividades del usuario de tal forma que los riesgos se hubieran reducido significativamente. Contar con los agentes suficientes, operar en instalaciones debidamente vigiladas, con estacionamiento integrado y con una excelente coordinación tanto con el chofer como con el escolta, reduciría drásticamente los riesgos.
Por supuesto, para operar priorizando el enfoque logístico se requiere una gran comunicación y coordinación con el cliente y con su staff, lo que implica habilidades de negociación y persuasión por parte del agente de protección; sin embargo, este enfoque no tiene alternativa. Cambiando la visión desde lo táctico hacía lo logístico podemos crear una profesión más segura tanto para los protegidos como para los protectores.