Executive Protection Institute

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La realidad que sacude a la Protección Ejecutiva y la despierta del sueño romántico

Se dice que a veces necesitamos de un mal sueño para despertar. En la protección ejecutiva sucede lo contrario, pues justamente se trata de una mala realidad la que está sacudiendo a esta profesión y a sus operadores, haciendo que despierten del sueño romántico en el cual lo habían arrullado las películas y la mercadotecnia. Un sueño en donde el héroe trajeado con un arma en la mano rescata a las doncellas de las manos de los malvados y en donde sus capacidades de reacción resultan cruciales para salvar las vidas de sus protegidos.

Este sueño se desmorona ante una realidad cruel y retadora donde varios atentados ocurridos en los últimos meses en México han cobrado las vidas de los ejecutivos, de sus protectores y también de los ciudadanos, quienes se han encontrado con la mala fortuna de estar en los lugares y momentos “equivocados”.

La creciente capacidad operativa y el poder de fuego de los grupos delictivos representa el mayor reto. Un lamentable ejemplo de esto es el atentado perpetrado en contra del secretario de la SSC CDMX, Omar García Harfuch, en donde sicarios se atrevieron a agredir a tan alto funcionario en la zona más lujosa de la ciudad. Aquí lo que más llama la atención es el arsenal que fue empleado y su forma de conseguirlo por parte de los delincuentes. Dicho arsenal estuvo compuesto por cinco fusiles Barret, capaces de perforar vehículos blindados; un lanzagranadas; cuarenta armas de diverso calibre; siete granadas; cincuenta y una bombas molotov; noventa y seis cargadores, y dos mil 805 cartuchos de diversos calibres. De acuerdo con peritajes y distintas versiones periodísticas, estas armas fueron conseguidas dos días antes del ataque en la delegación Gustavo A. Madero, en el corazón de la CDMX, por medio millón de pesos mexicanos. Esta es, sin duda, una cantidad menor para el enorme poder económico de un cártel, y, a la vez, también accesible para otros grupos delictivos que podrían poner en peligro a nuestros ejecutivos.

Ante este poder de fuego, tan asequible para los delincuentes, la utilidad de una pistola convencional que usualmente porta un escolta privado se vuelve insignificante. Tomando en cuenta este escenario, podríamos sugerir dos alternativas para poder enfrentar esta situación tan crítica:

Armar a todos nuestros elementos con fusiles Barret y escoltar a los ejecutivos en vehículos artillados por las calles de nuestras ciudades. Claro que esta “alternativa “ es en todo sentido inviable, empezando por lo legal. Además, esta acción convertiría nuestras ciudades en campos de batalla con grandes riesgos para los ciudadanos.

O bien, la única alternativa posible es hacer un cambio en el enfoque operativo que permita identificar las fases de preparación de un ataque y así intervenir su proceso, en lugar de esperar a que la agresión ocurra para poder reaccionar, tal como se explica en el libro Protección Ejecutiva en el siglo XXI: La nueva doctrina.

Si analizamos los atentados contra las 113 figuras públicas en todo el mundo, ocurridas en los últimos 120 años, nos damos cuenta de que los agresores lograron su cometido casi cada vez que lo intentaron, como lo pueden ver en el siguiente estudio.

Protección Ejecutiva y el uso del arma de fuego Estudio de una muestra representativa

Por tal motivo, el sueño romántico del héroe trajeado con lentes obscuros y un arma, en lugar de antifaz, es solamente eso: un sueño. Pero un sueño peligroso del cual muchos compañeros, lamentablemente, jamás despertaron.

Ahora más que nunca es necesario cambiar el paradigma e introducir nuevos métodos de protección, mucho menos románticos, pero más seguros, que impliquen desactivar las amenazas antes de que sucedan. Aquí mencionaremos solo algunos:

Inteligencia.

A parte de seguimiento de las amenazas directas, si las hay, la inteligencia implica proporcionar información sobre los delitos de mayor impacto que puedan afectar al ejecutivo, señalando lugares y horarios en los que son más frecuentes dentro de las zonas de operación. Esto permite evitar ciertos lugares y horarios de mayor riesgo e implementar medidas adicionales para reducir la exposición y la vulnerabilidad del ejecutivo.

Contravigilancia.

El ataque a un ejecutivo dura solo unos instantes, pero su preparación implica tanto una observación como un seguimiento prolongado de la víctima, los cuales pueden durar meses. La contravigilancia detecta y desactiva el ataque en su fase temprana de observación sin exponer al protegido a los riesgos y a la incertidumbre que implica la reacción.

Además, la contravigilancia proporciona al administrador de seguridad ejecutiva un reporte con evidencias en cuanto al desempeño de los escoltas en la operación real, así como un estudio continuo de riesgos con propuestas de mejora.

Intervención y Alerta Temprana (IAT).

Si todo lo anterior falla, tenemos que responder a la fase final en la preparación del ataque. En esta, los agresores se posicionan en un punto específico, alrededor de las rutas y/o domicilios frecuentados por la víctima, previamente seleccionados. Este punto implica una exposición: paso obligado para el ejecutivo, un “punto de ahogo”; pero a la vez debe ser de fácil huida para los delincuentes.

Las operaciones de alerta temprana definen estos puntos de riesgo y los intervienen con anticipación, evitando que el ejecutivo caiga en la trampa y desactivando así el ataque minutos antes de que ocurra.

Es importante no confundir la alerta temprana con una simple avanzada, como lo explica este video:

Es importante destacar que los procesos de avanzadas y logística reducen al mínimo el número de estos puntos, facilitando así el trabajo de la IAT.

Con estas y otras medidas en la protección ejecutiva moderna haremos nuestra profesión menos fantasiosa y más segura tanto para los ejecutivos como para los protectores y también para los ciudadanos.