Asesinato de Alejandro Martínez: Las armas en un vehículo sin blindaje no minimizan los riesgos

El domingo 4 de agosto, el reconocido periodista mexicano Alejandro Martínez Noguez, apodado ‘El Llanero’, fue asesinado a tiros en el estado de Guanajuato. A pesar de estar acompañado por escoltas armados proporcionados por la policía, Martínez Noguez no sobrevivió al ataque.

El incidente ocurrió cuando Martínez Noguez, junto a sus escoltas, se desplazaba en un automóvil después de realizar labores periodísticas en Celaya. Civiles armados, que se desplazaban en una camioneta, alcanzaron el vehículo del periodista y abrieron fuego contra él y sus protectores.

Los escoltas respondieron al ataque, pero una bala impactó en la cabeza de Martínez Noguez, causándole la muerte.

Con este caso, ya son 20 las personas protegidas que contaban con seguridad armada y 32 escoltas los que han sido asesinados en México en los últimos dos años.

Este incidente es una prueba más de que basar la protección de una persona únicamente en la asignación de personal armado no es efectivo. Al hacer esto, asumimos que la estrategia de defensa es un tiroteo en el momento del ataque. Sin embargo, un tiroteo no minimiza los riesgos, sino que los incrementa. Llegamos así a la absurda práctica de intentar reducir los riesgos aumentándolos! Así es, así de absurdo y lamentable es cómo se maneja la protección ejecutiva hoy en día!

Este enfoque irracional le costó la vida al reportero. Son los vehículos blindados, y no las armas, los que minimizan los riesgos durante los traslados. Esto es lo que salvó la vida al periodista Ciro Gómez Leyva, entre muchos otros. Las armas de fuego no pueden sustituir a los vehículos blindados, ya que en el momento del ataque no hay nada que proteja al ejecutivo. El tiroteo resultante de la respuesta de los escoltas no minimiza el riesgo, como se evidencia en el hecho de que el periodista resultó muerto.

Muchos intentan ahorrar en vehículos blindados colocando personal armado en las unidades, pero esto resulta fatal. Cada medida en Protección Ejecutiva tiene su función y no se puede usar una en lugar de otra.

Y claro, aquí está el gran problema: sobreestimar la importancia de las armas en la protección ejecutiva y usarlas como una varita mágica. No tengo nada en contra de su implementación, pero estoy totalmente en contra de exagerar su importancia.

Como vimos en el atentado contra Donald Trump, ni los agentes del Servicio Secreto pudieron usar sus armas para evitar que el expresidente resultara herido y casi muerto. Por lo tanto, es más que evidente que se requiere un cambio de estrategia en la protección de personas.

El uso de medidas de logística protectora, vehículos blindados, recorte de las exposiciones (“las costuras”), inteligencia, contravigilancia, alerta temprana son las medidas que realmente minimizan los riesgos, pero no se conocen y no se aplican. Su implementación inmediata es clave para anticiparnos y evitar los riesgos en lugar de esperar pasivamente una agresión. Solo con este cambio podemos hacer que nuestra profesión sea más segura tanto para los protegidos como para los protectores.

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