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Executive Protection Institute

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¿Armas o blindaje? Un falso y peligroso dilema.

Durante la madrugada del sábado 22 de mayo en Guadalajara, Jalisco, en un intento de robo, resultó gravemente herido el escolta de la familia de Sergio ”Checo” Pérez, piloto mexicano de automovilismo. El protegido no estaba presente en el momento de los hechos.

De acuerdo con versiones periodísticas, un grupo de personas armadas se aproximó al lujoso Jeep Wrangler en donde viajaba uno de los escoltas; sin embargo, otro agente que circulaba detrás de este vehículo sacó su arma y se produjo un intercambio de disparos entre ladrones y protectores, en el que resultó herido de gravedad el escolta que viajaba en el vehículo.

Este lamentable hecho confirma, una vez más, lo que se plantea en el libro Protección Ejecutiva en el Siglo XXI: La Nueva Doctrina. Un esquema de protección ejecutiva con armas de fuego, pero sin vehículo blindado, eleva el riesgo en un asalto “ocasional” en lugar de reducirlo. Esta es una práctica común en algunos protegidos y/o administradores de seguridad, quienes, para evitar el costo que genera un vehículo blindado, optan por contratar únicamente a agentes armados o, peor todavía, solamente a un chofer, igualmente armado, pensando en que resulta suficiente para tener seguridad, y, además, a un bajo costo.

Como nos podemos dar cuenta, tal práctica es sumamente peligrosa, ya que convierte un riesgo “mínimo”, como perder un reloj, un celular o un vehículo, en un peligro aun mayor al exponer la vida o arriesgarse a sufrir daños físicos irreversibles tanto para el protegido como para los escoltas.

Es suficiente con recordar el caso del empresario Adolfo Lagos, asesinado involuntariamente por sus escoltas, quienes intentaban frustrar un asalto en donde los delincuentes pretendían robarle la bicicleta. En efecto, el asalto “pudo evitarse”, pues, finalmente, la bicicleta no fue robada, solo que a expensas del protegido, quien perdió la vida.

Tanto el arma de fuego como el vehículo blindado son herramientas distintas con fines distintos dentro de un “sistema” de protección ejecutiva, el cual se derriba de un estudio especializado para cada caso. No puede usarse una herramienta en lugar de otra o para “ahorrar” en los gastos que genera el uso de la otra herramienta, como es el caso frecuente con los vehículos blindados.

En la mayoría de las ciudades mexicanas el delito de robo a vehículo con violencia es uno de los más frecuentes, por lo que cualquier estudio de seguridad serio arrojaría la necesidad de reducir la vulnerabilidad en este delito mediante uso de un vehículo blindado, ya que, como queda demostrado, las armas sin blindaje elevan el riesgo para el ejecutivo en el muy probable caso de un asalto “casual”. Esto se explica en este video:

Las armas de fuego no están, o, mejor dicho, no deben emplearse para frustrar asaltos accidentales. Para eso se implementan otras herramientas como la disuasión, los blindajes, la reducción de la accesibilidad, la reducción de la exposición o la eliminación de “costuras”, entre otras. Las armas (si el estudio particular así lo considera necesario) son para atender otro tipo de amenazas más complejas y no para elevar los riesgos, o crearlos donde no los hay.

Si trabajas bajo un esquema de protección ejecutiva con arma de fuego, pero sin el vehículo blindado, te recomiendo que, para concientizar a tu ejecutivo o cliente, utilices estos ejemplos haciendo estas simples preguntas:

“De acuerdo con estos ejemplos, y en el caso de un asalto en la calle, ¿qué considera que hiciéramos? ¿Sacar nuestras armas y empezar un tiroteo en donde usted puede salir muerto o herido, o sus hijos, o su familia, o bien dejar que entreguen sus pertenencias como lo pide el asaltante?”

Ante la sorpresa o confusión que esta pregunta generalmente provoca, aprovechamos para ofrecer al ejecutivo los métodos y soluciones necesarios para evitar llegar a tan grave situación.

En mi experiencia, esta estrategia es sumamente eficaz para que el ejecutivo entienda el verdadero concepto de seguridad y así esté mucho más dispuesto a cooperar, e inclusive a invertir.

La protección ejecutiva moderna implica cuestionar los métodos que siempre se han usado ante las situaciones reales como estas, de esta manera se plantean soluciones más inteligentes y eficaces que ayuden a proteger las vidas tanto de los ejecutivos como de los escoltas.

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