Uno de los problemas más frecuentes y difíciles para todos los que trabajamos en la protección a ejecutivos es, sin duda, el hecho de que la mayoría de los protegidos asumen dos roles distintos a la vez: el que les corresponde naturalmente como protegidos, y otro, que no les corresponde, como jefes de su propia escolta.
Es importante señalar que el ejecutivo, en la mayoría de los casos, no está capacitado para ninguno de los dos papeles; ni para el de protegido ni mucho menos para el de jefe de escoltas que, con frecuencia, intenta usurpar. Sobra decir que el hecho de ejercer una actividad, pero sin tener las competencias pertinentes en una profesión peligrosa, implica un riesgo latente y constante que ya costó tanto vidas de muchos escoltas como de protegidos.
Los ejecutivos, por lo general, ocupan un lugar jerárquico muy elevado dentro de sus organizaciones; están acostumbrados a dar órdenes y se les hace fácil empezar a dirigir a sus agentes de protección sin tener conocimientos para hacerlo, inclusive piensan que no se necesita conocimiento alguno para ello. Por otro lado, en la mayoría de las veces, los escoltas y los responsables de servicio de protección no se atreven a contradecir a los ejecutivos por el justificado temor de perder sus trabajos o de perder al cliente, si se trata de una empresa de seguridad que proporciona el servicio de protección. De tal suerte que dejan que el usuario “juegue” con su equipo de seguridad, poniendo en peligro su vida y la vida de sus escoltas.
Los usuarios, con frecuencia, señalan a los escoltas la distancia a la que ellos consideran que los protectores deben de estar en diferentes situaciones; mandan a los escoltas con todo y vehículo a realizar diferentes tareas mientras ellos están en un restaurante; dividen al equipo de protección ordenando al chofer que realice unas actividades mientras le ordenan al escolta que haga otras; mandan a los protectores a descansar y los dejan “francos” antes de que terminen sus actividades, o los mandan a cuidar a sus amigos o familiares. Todas estas impertinencias han sido la causa de varios atentados y secuestros.
El ejemplo más reciente es el secuestro del candidato a la alcaldía de Uruapan, Michoacán, Omar Plancarte Hernández, ocurrido en mayo de este año, quien fue privado de su libertad por un comando de delincuentes. A pesar de que contaba con un numeroso grupo de escoltas, estos, sin embargo, no lo estaban acompañando, ya que él les había ordenado que se fueran a atender a su esposa. Este es solamente un ejemplo de muchos en donde los ejecutivos se ponen en un grave peligro e inclusive pierden la vida por “jugar” a ser jefes de su propia escolta.
Imagínense que el protegido es dueño de una aerolínea y que por el simple hecho de ser el propietario se sube a un avión y, sin estar capacitado, entra en la cabina y asume el rol de capitán. Afortunadamente esto no sucede, y tampoco lo permitirían los pilotos, ya que es un riesgo para la vida de todos.
Ahora bien, si en la protección ejecutiva de la misma manera peligra la vida de todos los involucrados, ¿por qué los ejecutivos toman estas actitudes, mismas que no se les ocurrirían retomando el ejemplo del avión o inclusive si ponemos de ejemplo otro tipo de profesión?
Antes que nada, el ejecutivo, por lo general, está influenciado por dos falacias:
La primera: En la protección ejecutiva no se requiere de ningún tipo de conocimiento especializado más que saber golpear y disparar. Así que el ejecutivo puede mandar a su escolta conforme le plazca.
La segunda: Para tener protección es suficiente contar con un par de agentes armados sin alguna estructura o protocolo.
Por otro lado, los escoltas, administradores de seguridad, así como los empresarios de protección, no se oponen (como lo sí haría un piloto) a los caprichos del ejecutivo, a veces por ignorancia, pero, en la mayoría de los casos, por el temor de quedarse sin empleo (o sin su ganancia, en el caso de un empresario de seguridad). El resultado de todo este caos son escoltas muertos o heridos y ejecutivos secuestrados o asesinados, a veces hasta por sus propios protectores, como ocurrió en el caso del empresario mexicano Adolfo Lagos.
El primer paso para salir de esta crisis lo deben tomar los administradores de seguridad corporativa, al igual que los empresarios de seguridad que protegen a los clientes de forma particular.
En mi experiencia, los ejecutivos, por lo general, son personas inteligentes y capaces que entienden razones. Con los demás ni vale la pena trabajar. Después de un estudio de seguridad bien hecho, y con los fundamentos necesarios y bien presentados donde se explica con claridad el alcance del servicio y su lugar dentro del mismo, estarán dispuestos a colaborar. Este proceso está explicado a detalle en el libro Protección Ejecutiva en el Siglo XXI: La Nueva Doctrina.
De la misma manera que una persona necesita capacitación para convertirse en un escolta, un ejecutivo también necesita capacitación para convertirse en un protegido. De la misma forma en que una persona sin capacitación trabajando como protector es un riesgo, un ejecutivo sin capacitación que recibe protección es un peligro para sí mismo y para todo su equipo de seguridad, al igual que para su familia.
Es por esto que una estructura operativa bien desarrollada, escoltas y administradores de seguridad bien capacitados y un ejecutivo bien concientizado son la clave para una protección ejecutiva exitosa.
