Executive Protection Institute

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El mito del cinturón de seguridad, una falacia peligrosa que puede ser fatal.

El mito del cinturón de seguridad es otro de los grandes y peligrosos mitos en la protección ejecutiva. Al realizar trabajo operativo, muchas veces podemos ver a los compañeros protectores en sus unidades, ya sea en el vehículo escolta o en el vehículo principal, sin el cinturón de seguridad; o bien muchas veces amarrándolo encima del asiento para evitar el molesto sonido de alerta de seguridad que emite el vehículo. Aquí, de entrada, llegamos a la paradoja del agente de seguridad que no obedece las reglas básicas de seguridad. Esta peligrosa falacia se debe a la falsa enseñanza (inculcada desde hace décadas por seudoinstructores) que dice que un escolta no debe usar el cinturón de seguridad porque se vuelve más lenta su reacción.

 

Como lo hemos mencionado en otros artículos y estudios, la reacción en la protección ejecutiva en situaciones reales solo es eficaz en el 5 % de los casos, lo que, de entrada, hace que el argumento en contra del uso de cinturón de seguridad se vuelva irrelevante; pero, de todas maneras, vamos a analizar un poco mejor este peligroso mito en la seguridad ejecutiva.

Al no utilizar el cinturón de seguridad, el escolta no solo pone en grave peligro su integridad personal, en el caso de un accidente automovilístico, sino que pone en peligro a todos los ocupantes del vehículo, independientemente si ellos usan el cinturón o no, ya que, dependiendo de cómo ocurra el choque, la persona que no lleva cinturón puede salir proyectada o rebotar en diferentes direcciones y golpear a los demás pasajeros. Como sabemos, en condiciones de riesgo normales es mucho más probable un accidente automovilístico que un ataque armado, así que el escolta, al no ponerse el cinturón, eleva el riesgo en lugar de reducirlo.

El hecho de que los escoltas no usaran el cinturón de seguridad más de una vez fue utilizado por los delincuentes para poder eliminarlos sin realizar un solo disparo. En el libro Protección Ejecutiva en el Siglo XXI: La Nueva Doctrina se describe un secuestro ocurrido hace varios años en la Ciudad de México en donde los delincuentes, al percatarse de que los escoltas no llevaban puesto el cinturón de seguridad, utilizaron una camioneta para golpear al vehículo escolta de atrás, mismo que chocó contra el auto principal. Los escoltas proyectados sobre el parabrisas quedaron inconscientes y el secuestro se consumó en un instante. La situación se vuelve todavía más peligrosa cuando el escolta, que no usa el cinturón, se encuentra dentro del vehículo blindado. Esta posición, en el caso de algún accidente, también implica un gran peligro tanto para el protegido como para su familia, pues, de la manera ya explicada, el escolta puede ser eliminado en un instante por los delincuentes. Así que no tener el cinturón de seguridad no solo representa un daño grave para los pasajeros, sino que facilita el trabajo para los delincuentes.

 

Por otro lado, ¿qué pretende hacer el escolta en el vehículo blindado en el caso de una situación de riesgo? ¿Sacar su arma y disparar dentro del vehículo blindado y, eventualmente, matar a los ocupantes con las balas que reboten en el interior? ¿O abrir el vehículo blindado para disparar y así exponer al ejecutivo ante el tiroteo? En ambos casos, la acción solamente agravaría la situación y, por ende, de ninguna manera justifica el hecho de no tener el cinturón de seguridad puesto.

Asimismo, el no tener el cinturón abrochado constituye una violación al Reglamento de Tránsito, por lo que el vehículo puede ser detenido en cualquier momento por la policía para ser infraccionado, lo que ocasionaría retrasos y molestias para el ejecutivo.

 

Finalmente, todos aquellos que han recibido una capacitación medianamente buena en protección ejecutiva y conocen la técnica saben perfectamente que el uso del cinturón de seguridad (o quitárselo, en su caso) no retrasa en absoluto ningún tipo de reacción, por lo que no usarlo carece de cualquier fundamento y, además, aumenta significativamente los riesgos en lugar de reducirlos. Una vez más, dentro de la protección ejecutiva, el conocimiento a medias y una capacitación defectuosa son mucho peor que la ignorancia.