Executive Protection Institute

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Cuando la protección ejecutiva se vuelve letal: El caso del empresario David González y la necesidad de reformular los servicios de protección

El asesinato del empresario David González o cómo el riesgo de un reloj se convierte en riesgo de perder la vida

El lunes 10 de abril, a plena luz del día, en una cafetería de la zona turística de Tulum en México, David González Cuéllar, un empresario regiomontano, fue asesinado cuando su escolta usó su arma de fuego para defenderlo de los asaltantes que querían despojarlo de su lujoso reloj marca Rolex.

Este lamentable ejemplo muestra que la implementación indiscriminada de las armas de fuego en la protección ejecutiva a menudo eleva significativamente los riesgos en lugar de reducirlos. En este caso, el riesgo inicial de perder un reloj se convirtió en la pérdida de vida del ejecutivo. También recuerda a la tragedia del empresario mexicano Adolfo Lagos, quien murió en un tiroteo cuando sus escoltas intentaron salvarlo de ser despojado de su bicicleta.

Los servicios de protección se contratan para reducir riesgos y salvar vidas, pero en la práctica, como podemos ver, a menudo ocurre lo contrario. Esto se debe a una gran falta de conocimiento por parte de todos los involucrados, pero principalmente por los usuarios del servicio. Los ejecutivos a menudo consideran que al tener un acompañante armado, todos sus problemas de seguridad desaparecen mágicamente sin la necesidad de tener ninguna otra medida de protección ni precaución alguna. Asimismo, todavía hay muchos asesores y directores de seguridad que piensan de manera muy similar.

He escuchado diversos argumentos que dicen que las armas se usan en el 98% de los ataques a los ejecutivos, por lo que su implementación es indispensable en las tareas de protección. Evidentemente, esto es falso. El hecho de que las armas de fuego sean muy efectivas para el ataque no significa que sean efectivas para la defensa, como lo pudimos ver en este lamentable ejemplo. Asimismo, en un análisis histórico de 125 casos de ataques a prominentes figuras públicas en los últimos 123 años en 60 países, las armas de fuego solo fueron efectivas en el 4,03% de los casos.

También el célebre refrán aplicado como argumento refiriéndose al arma: “es mejor tenerla y no necesitarla que necesitarla y no tenerla” queda refutado en este caso, ya que el primer problema es saber realmente cuándo se necesita y cuándo no el uso del arma. Si el protector de David González no hubiera tenido o intentado usar su arma en estas condiciones, lo más seguro es que el resultado hubiera sido menos trágico.

Tener acompañantes armados como la única medida de protección se ha mostrado ineficaz y peligroso. En los últimos 9 meses, solo en México, fueron asesinados 7 ejecutivos y 8 de sus escoltas.

Carlos Bildmart, Salvador Llamas, Sully Ponce, Gabriela Sánchez, Fernando Urbano Castillo, Jesus Alberto Navarro y David González Cuellar son los nombres que constituyen la trágica y alarmante lista de los usuarios de la protección ejecutiva que perdieron sus vidas desde agosto pasado en México, junto con ocho colegas nuestros.

Para evitar que esta lista sea aún más larga, debemos reformular los servicios de protección ejecutiva, empezando por una intensa y constante capacitación de los usuarios, es decir, los ejecutivos y sus familias. Asimismo, actualizar y reforzar la capacitación de los asesores y directores de seguridad en la materia de protección ejecutiva, ya que son los factores clave en la implementación de estos servicios. La protección ejecutiva debe adoptar nuevas formas, métodos y herramientas y dejar de ser identificada solo con los acompañantes armados.

Por último, es importante subrayar una vez más que no estamos en contra del uso de las armas en nuestra profesión, sino en contra de su uso indiscriminado y como el único recurso. Si las armas se implementan en una operación, dependerá de un estudio cuidadoso en cada uno de los casos que determine si son necesarias, si reducen o aumentan los riesgos en cada caso particular y cuáles serían los protocolos de su aplicación en cada operación específica.